sábado, 8 de febrero de 2020

ZOANTHROPIC PARANOIA: "Sesiones Mnémicas" (2020)



Vivimos tiempos extraños: el rocanrol, incluso en sus vertientes más extremas, ha sido reducido a fórmulas que se pueden procesar, enlatar y distribuir en serie. Afortunadamente, existen músicos que no están dispuestos a olvidar que el rock también es un asunto de güevos. O de ovarios. Pero en este caso, de güevos. Zoanthropic Paranoia es un proyecto potosino nacido a mediados de la primera década del nuevo milenio. Practican una brutal mescolanza de grindcore con elementos de death metal y harto ruido cavernoso. Sus composiciones se mueven en el más puro clasicismo del género: temas que no llegan a los dos minutos, una producción totalmente DIY y un sonido saturado que ellos saben convertir en ventaja, como alquimistas de la podredumbre, del estruendo, de la distorsión.

Y sí: Zoanthropic Paranoia es una banda con güevos. Porque se necesita tenerlos bien puestos para lograr que un proyecto tan tradicional (para los cánones del género, insisto) alcance a separarse de sus contemporáneos con una determinación que sacude por su honestidad sangrante. En plena era donde la rebeldía se mide en posts, shares y likes, esta banda ha creado un verdadero discurso politizado que cierra filas y se antoja contestatario desde la raíz. Allá donde otras agrupaciones optan por la consigna panfletaria, los Zoanthropic prefieren lanzar su dentellada a las estructuras veladas de poder, a través de un despiadado cuestionamiento a los estándares institucionalizados de la salud mental y la normalidad (lo que sea que ambas cosas signifiquen). Se trata de un concepto actitudinal, letrístico y sí, rebelde, que se fundamenta en corrientes filosóficas, teorías psi- de corte oposicionista y una serie de elaboraciones casi cyberpunk que tienen como blanco la mente de los escuchas. Es una disertación que insta a la guerra desde los espacios personales. Es un acto conmovedor (y poderoso) de pura y rabiosa transgresión.

Vale la pena hacer notar el formato de "Sesiones Mnémicas". El álbum se entrega en un CD-R con 19 pistas, inserto en una carpeta negra; además de un cuadernillo interior de 14 páginas en tamaño carta. Por supuesto, dicha presentación no es para nada una casualidad: es obra de la lucidez creativa de quien sabe cómo dirigir su propuesta. En el librillo se pueden encontrar las letras de todos los temas (cosa que se agradece, porque de la sola escucha es imposible discernir una sola palabra —¡hey! ¡esto es grindcore!—), mas un extenso comunicado (firmado por el autor principal) que es al mismo tiempo biografía, texto confesional, manifiesto y declaración de intenciones. "Sesiones Mnémicas" no es sólo un álbum de música extrema: es un misil teledirigido con potencial incendiario; es un ejemplo bárbaro de que la conceptualización en la música contemporánea aún es posible; es el hórrido estertor del underground que se niega a morir. Y sí: es también un puto discazo.


viernes, 27 de diciembre de 2019

30 DISCOS DE 2019




2019 fue, en lo musical, un año de controversias. Por un lado, sigue habiendo revelaciones de gente joven (y no tan joven) haciendo música nueva a partir de los lenguajes actuales; y por el otro, están los consagrados que aprovechan su nombre y trayectoria para volver a confirmar su lugar y su posición como figuras de peso. En medio, están los que se encuentran en pleno ascenso, explotando su momento; y los que reciclan viejas fórmulas para adecuarlas a sus propias intenciones. En pocas palabras: están los mismos ingredientes de siempre, quizá sólo sea que en plena era del caos, su coexistencia se ha vuelto más visible. En todo caso, esto ha traído como resultado un año interesante, diverso e, insisto, controversial. He aquí el repaso del Apicultor a algunos de los lanzamientos que más deleite causaron en esta Madriguera.

METAL:


1. MYSTIFIER: Protogoni Mavri Magiki Dynasteia
El viejo combo brasileño ha encontrado una diabólica fusión entre la escuela nórdica, la mediterránea y el sonido primigenio latinoamericano que ellos mismos ayudaron a forjar. Un álbum alucinante.


2. FULL OF HELL: Weeping Choir
Un coro que gime detrás del estruendo. Ruido negro y asfixiante que no pretende organizar ni entender el caos, solamente ser un cauce para que este explote en las orejas del oyente. Pura violencia sonora.


3. ROTTING CHRIST: The Heretics
Herejía sería repetir estrategias. Los helénicos no lo hacen: en su lugar, conservan lo más ominoso de su metal ocultista y lo filtran a través de su energía volcánica, en una erupción de riffs y buenos temas.


4. DEVIL MASTER: Satan Spits on Children of Light
Una violenta (y divertidísima) advertencia de que la juventud americana no está dispuesta a olvidar a sus clásicos. Horror y guitarreo cochino con atmósferas demonomaníacas y espíritu puramente blacker.


5. REKA: Jupiter
La alquimia de convertir el ruido en virtud. Más allá de etiquetas, aunque convincentemente enraizados en el metal, este material está incluso más allá de cualquier post-lo-que-sea. El horror y la belleza en franca copulación.


6. KADAVAR: For the Dead Travel Fast
El álbum que por fin dice todo lo que Kadavar tenía qué decir. Un perfecto emulador (que no plagiario) de los 1970s, con todo y su vibra audible y visualmente demoníaca. El disco elegantísimo que Ghost todavía no ha conseguido hacer.


7. ALPHA HYDRAE: Spiritual Dimorphism
Una comunión profana entre la más pura espiritualidad y la más honda de las herejías; entre la violencia del black metal más rabioso y el doom más contenido. Una toma de conciencia de lo que debe ser la música extrema.


8. DARKTHRONE: Old Star
Este dúo siempre entendió que la clave nunca fue la progresión, sino la regresión. Su vieja estrella es discreta, oculta entre el mar negro del firmamento, a la espera de ser encontrada para guiar hasta las cavernas más inescrutables a todo aquel que ose confiarle sus pasos.


9. MOONWATCHER: Moonwatcher
Una real experiencia sinestésica, capaz de transformar imágenes en construcciones sonoras. Un viaje interestelar que lo mismo fascina que aterra. No sólo Kubrick, también Lovecraft estaría orgulloso de ellos.


10. MAYHEM: Daemon
Si hay un acto de black metal capaz de llevar este estilo a los terrenos del Arte, ese es Mayhem. Attila mejora cada vez más en su técnica y la banda perfecciona con diabólica puntualidad su dominio de la tiniebla, la propuesta estética y el intelecto.


11. BABYMETAL: Metal Galaxy
Ellas pasaron de ser una anécdota rentable a convertirse en un proyecto cada vez más serio y propositivo. Lo suyo ya raya en el mejor progresivo de vanguardia, donde los temas dejan atrás los ganchos inmediatos para apostar por una complejidad mucho más formal.


12. BEELZEBUBS: Pantheon of the Nightside Gods
Pocas agrupaciones consiguen el balance entre lo lúdico y lo serio. En este panteón, la monotonía no existe, y la diversión es una puerta de acceso a territorios que pueden volver loco a quien entre desprevenido.


13. FOR CENTURIES: Centuries of Black Fire
La infinita disputa entre lo clásico y lo moderno pocas veces encuentra resolución tan satisfactoria. Sólo unos cuántos ejecutantes contemporáneos saben bien dónde colocar sus influencias, y esta banda es un claro ejemplo de cómo se logra dicha artesanía.


14. MYRKGAND: Old Mystical Tales
El tema de la magia oscura está tan manoseado que ya no impresiona a nadie. Pero cuando un músico logra volver a encantar con fórmulas directas y ajenas a pretensiones, el resultado fascina por su sencillez y genialidad.


15. LACUNA COIL: Black Anima
Quizá la única banda restante del boom del gothic metal que sigue fiel a su fórmula original. Ya todos sabemos qué esperar de ellos en cada nuevo disco, y sin embargo se las arreglan para siempre ofrecer riffs novedosos, armonías vocales creativas y melodías tarareables-casi-pop.



NO METAL:


1. TWIN TEMPLE: Bring you their Signature Sound... Satanic Doo-Wop
Armonías a la Phil Spector, una voz que tranquilamente pudo haber estado en cualquier girl group de la era dorada del rock, y una filosofía románticamente satanista. La producción instrumental y el performance vocal son una síntesis perfecta del clasisismo rocanrolero.


2. ELY GUERRA: Zion
Un trabajo puramente vocal, con arreglos exquisitos y melodías complejas. A ratos influenciado por el "Medúlla", de Björk, pero mucho más cercano al sentido estético de un Arvo Pärt que a la experimentación pop. Sublime y conmovedor.


3. LINGUA IGNOTA: Caligula
La herencia del drone y la escuela clásica contemporánea, juntas en un discurso que deconstruye y reelabora las técnicas vocales extendidas y el concepto letrístico. Diamanda Galás puede estar tranquila: hay quién la entiende sin necesidad de copiarla.


4. LANA DEL REY: Norman Fucking Rockwell
Esta Madriguera lo reconoció desde el "Born to Die". Era cuestión de tiempo para que la señorita Del Rey se alzara como una cantautora en todos los sentidos. "NFR" ha inaugurado la era de la Nueva Canción Americana.


5. CHELSEA WOLFE: Birth of Violence
Un cuento de halloween para adultos que odian los cuentos. Un despliegue de creatividad para los que prefieren el virtuosismo sobre la majestuosa sencillez. Que su tersa acústica no os engañe: es un álbum de total brutalidad.


6. AMIRTHA KIDAMBI & THE ELDER ONES: From Untruth
Lejos ya de los viejos ragas, pero con astucia suficiente para fusionar la tradición india con el espíritu libre del jazz moderno (al final, ambas son improvisaciones). Un diálogo apabullante entre la técnica instrumental y la vocal, ambas con el alma de por medio.


7. JAMES BLAKE: Assume Form
Un álbum de imágenes tan etéreas que se esfuman al entrar en los oídos. Su fineza electro-soul es tal que no se deja aprisionar ni procesar. Si uno quiere volver a vivir la experiencia, es necesario volver a oprimir play.


8. BILLIE EILISH: When we all Fall Asleep, Where do we Go?
La niña que supo abrevar tanto de Lorde como del viejo cancionero americano. Un grito adolescente que escupe y se disuelve entre beats y acordes que le hablan a jóvenes y adultos por igual. El próximo lenguaje del pop´n roll.


9. MOE & METTE RASMUSSEN: Tolerancia Picante
Cuando dos espíritus libres y rebeldes se encuentran y se dan el lujo de dialogar, el resultado es un despliegue de belleza caótica, lejos de toda forma y orden convencional. Rock, jazz, improvisación... no importa. Esto es Música.


10. SOPOR AETERNUS & THE ENSEMBLE OF SHADOWS: Death & Flamingos
El regreso de Anna Varney a las polvorientas catacumbas del deathrock. Una colección de temas en clave goth-queer que asombran por su contundencia. Así aplica Varney lo aprendido de la tradición barroca al lenguaje del rocanrol.


11. ALEJANDRA LARA: Burnaut
Un disco nebuloso, de naturaleza volátil. Tan real y encarnizado, que uno se debe cuestionar si no se trata más bien de un espejismo. Su filo pop corta con agudeza y expone con valentía juvenil lo que los adultos prefieren callar.


12. MUERAN HUMANOS: Hospital Lullabies
Arrullos macabros que enferman e igual sanan. El baile hipnótico, retorcido, como terapia reparadora de beats descompuestos. Líneas profundas cuyos retumbos palpitan, como un corazón ennegrecido que envía sangre hacia todos lados y sin control.


13. BECK: Hyperspace
La melancolía es una entidad tan familiar que todos creemos conocerla. Pero cuando alguien la pasa por el filtro de la rareza y la traduce en música, su efecto se amplifica hasta territorios desconocidos y emocionantes. De ahí, probablemente, el hiperespacio del título.


14. SANGRE DE COYOTE: Live Sessions
La virtud chamánica de apropiarse de lenguajes ajenos. La facilidad de volverse vehículo, traductor de tradiciones lejanas y ejecutantes contemporáneos. Esto es klezmer, es jazz, es manouche; pero también es la más pura esencia del siglo XXI con toda la energía de una interpretación en directo.


15. THE CRANBERRIES: In the End
Una carta de despedida involuntaria, un epitafio perfecto para una banda que jamás quiso renunciar a su firma distintiva. Nada nuevo, sólo el eterno principio y el eterno final. El alfa y el omega. No necesitamos nada más.

sábado, 7 de diciembre de 2019

ALEJANDRA LARA: "Burnaut" (2019)




"Si el mundo no tiene sentido, ¿por qué mi disco tiene qué tener sentido?", se pregunta Alejandra Lara entre risas tímidas, al platicar sobre "Burnaut". Y sin embargo, uno de los puntos más fuertes del álbum es, justamente, su capacidad de crear un concepto narrativo y sonoro que puede ser todo, excepto un sinsentido.

La autora ofrece, en este primer larga duración, una exploración muy personal acerca de las crisis emocionales, el dolor y la capacidad humana de sanar a través de la confrontación, aunque el camino implique dudas, miedo, inseguridades. "Yo encierro mis monstruos en canciones", confiesa Lara, y eso se nota cuando uno escucha este trabajo. Es verdad que la incertidumbre adolescente es uno de los tópicos más frecuentemente abordados en la historia del rock, pero la aproximación que consigue "Burnaut" demuestra que el tema está vigente, y que merece la pena volverlo a colocar sobre la mesa cuando se tiene el ingenio (y la insolencia, todo sea dicho) para abordarlo con la seriedad de quien verdaderamente desea aprender, proponer y, sobre todo, crear. En este caso, el ejercicio parte de una introspección personal, pero termina siendo una mirada que admite que cualquiera cruce sus propios ojos con ella, para ver lo que cada quién tenga qué ver. El tema de la catarsis a través de la exploración artística tampoco es nuevo, pero a Alejandra Lara eso la tiene sin cuidado. Ella reconoce que el disco surge como una necesidad individual: "Conmigo ya cumplió su objetivo", señala con la satisfacción de quien habla con transparencia. Y lo que pase con el resto de los escuchas, es punto y aparte.

¿Y qué, entonces, puede encontrar aquí el escucha de ocasión? Afortunadamente, mucho. A pesar de su juventud, Lara no es una improvisada: su trayectoria incluye un historial como bajista de la banda Peach Creeks, además de varias grabaciones caseras de demos, maquetas y composiciones con distintas finalidades. En el caso de este álbum, ella funge no sólo como compositora e intérprete, sino como autora y responsable única de todo el proceso: desde la gestación (algunas canciones, como "Colisión", nacieron desde años atrás), hasta la mezcla final. La intuición creativa de la intérprete la ha llevado a procesar a su manera los sonidos de su entorno, para lograr una mescolanza que sirve como escenario perfecto para las reflexiones que plantea en su discurso. "Es como un vómito de todas las cosas que escucho", bromea Lara antes de disculparse por ser "tan escatológica". Pero el sonido final no tiene nada de vomitivo. A pesar de que la autora menciona a actos tan lejanos entre sí como Paramore y Panda vs. Warpaint o Burial, lo cierto es que "Burnaut" puede presumir de una personalidad lo suficientemente sólida que permite reconocerlo por lo que es. Claro que las referencias están ahí: a veces a la manera indie, a veces con la rabia del postpunk o a veces con el desencanto de algo que parecería un post-post-post-grunge (y hasta elementos de trap, como en "Podrido"), aunque siempre rodeados por un vapor que no alcanza a ser sofocante, pero sí logra que la atmósfera del álbum se torne nebulosa, inasible: uno sabe que los beats (o la voz, o la melodía) están ahí, pero su naturaleza es tan volátil que parece que se esfuman apenas terminan de sonar uno detrás del otro. Al final, "Burnaut" suena tan real, que el oyente se tiene qué preguntar si no es más bien un espejismo. De todos modos, el primer track del álbum, "Disclaimer", ya nos advierte desde el principio: "nos vamos a morir sin saber".

En plena era del single, es un alivio constatar que aún hay gente joven que apuesta por las narrativas elaboradas que no se digieren en dos minutos. Y Alejandra Lara es un buen ejemplo de esta resistencia. Ella se declara fan de los álbumes-concepto, por eso no es de sorprender que "Burnaut" esté planeado para ser parte de una trilogía que ya tiene esbozada su forma y su objetivo, y cuyo segundo capítulo ya se encuentra en proceso de composición. Cuando Lara relata dichos planes, en su voz resuena un hilo de entusiasmo que contrasta con el tono desesperanzado de "Burnaut", y que de acuerdo con ella misma, es reflejo de su situación actual. Es la voz de una creadora que ha sabido dar libertad a sus emociones, la voz de alguien que está dispuesta a la madurez, al aprendizaje y a la evolución. Y si estas cualidades se ven reflejadas en futuras grabaciones, entonces podemos tener la certeza de que la calidad artística estará asegurada. Que así sea.

Y mientras eso ocurre, escuchemos...




jueves, 22 de agosto de 2019

SISTER ECTOPLASMA: Fantasmagoría y sensibilidad




Me gusta cuando una banda ofrece una interpretación personal del término “pop”. Y Sister Ectoplasma es esa clase de banda. Cuando uno los escucha, intuye de inmediato que detrás de sus canciones existe un bagaje que les permite conjugar nobleza con robustez. El sentido melódico y el tratamiento instrumental de sus composiciones nos recuerdan que géneros como el grunge fueron poderosos por entender sin soberbia el lenguaje de la guitarra, y no precisamente por la distorsión, el volumen o la rabia. Menciono esto porque me parece injusto meter a Sister Ectoplasma en el cajón del llamado indie pop (todavía no acabo de entender qué es eso). Porque lo que esta agrupación leonesa ejecuta, está enraizado en la escena alternativa de principios de los 1990s, y no en la joven tradición post-milenio. La primera vez que los escuché, me pareció divertido asignarles el término dream-grunge: guitarrero, pero amable; enérgico, pero sensible; crudo, pero tarareable.

La banda, liderada por Fabiola Guerrero, tiene además una aguzada intuición para escribir sobre temas emotivos evitando la queja superficial. Sus letras, siempre cantadas en inglés, suelen ser breves y generalmente están trazadas alrededor de unas pocas imágenes. Esto funciona porque termina de dar a las canciones una vibra minimalista. Guerrero y compañía parecen creer que menos es más, poseen una buena capacidad de síntesis y sus temas son reflejo de ello. Y hablando de la frontwoman, la sister principal, es imposible no prestar atención a su técnica vocal: ligeramente trémula, como un murmullo infantil, y extrañamente mutante, como el ectoplasma de su nombre. Un referente cercano para alcanzar a imaginarla, es Alison Shaw, de Cranes. Digamos que si los Ghostbusters fueran adolescentes melancólicos y en lugar de fantasmas capturaran hadas para atarlas a la angustia terrenal y condenarlas al desamor, sonarían a Sister Ectoplasma. Una de esas bandas a las que hay que seguir muy de cerca.

Discografía:

I don’t like my face today (EP, 2016)
Swooned (Single, 2016)
Hopefully, wiser (EP, 2018)



viernes, 12 de abril de 2019

0+14 RAZONES PARA ESCUCHAR EL ÁLBUM DEBUT DE BILLIE EILISH




0. WHEN WE ALL FALL ASLEEP, WHERE DO WE GO?
Porque los discos de pop adolescente no suelen estar inspirados por los trastornos del sueño, y tampoco tienen portadas tan perturbadoras.

1. !!!!!!!
Porque va directo al clímax, evitando protocolos. Una simple advertencia de cortesía y ya no hay marcha atrás. Como cuando se te sube el muerto: no avisa, se deja caer así nomás, burlón y repentino.

2. BAD GUY
Porque traduce los berrinches, la arrogancia y la indiferencia adolescente en sonidos reptantes que caen pesados, pero se desdibujan apenas tocan el suelo. Como los adolescentes mismos: poderosos, pero inseguros.

3. XANNY
Porque tiene convicciones frágiles, enternecedoras, que tiemblan pero se sostienen como un susurro a mitad de la fiesta. Straight edge para millenials. Con miedo, pero con ovarios.

4. YOU SHOULD SEE ME IN A CROWN
Porque tiene un potente contradiscurso ante la falsa modestia; uno que crece con el orgullo y la voracidad de los terrores nocturnos. Soberbio e irresistible.

5. ALL THE GOOD GIRLS GO TO HELL
Porque abraza con distimia los clichés de la chica mala, para entregar líneas preformuladas pero sagaces como “my lucifer is lonely”. Y porque feminiza la figura de dios. Recursos como esos no lucían tan bien en un álbum de pop desde los tiempos del “Boys for Pele” de Tori Amos.

6. WISH YOU WERE GAY
Porque es un producto inevitable de su tiempo, y víctima del mismo. Pero sabe que su momento histórico es posible gracias al pasado, y le rinde tributo con atmósferas de terciopelo azul y paredes de humo de tabaco.

7. WHEN THE PARTY’S OVER
Porque conoce la elocuencia de una buena armonía vocal y un arreglo casi desnudo. No importa si se lo aprendió a Lorde antes que a la tradición del gran cancionero americano. Quedan muchos años para explotar el aprendizaje.

8. 8
Porque hace espacio para texturas inesperadas. No son novedosas e incluso pueden ser chocantes, pero esa es, justamente, la lógica de los sueños: de los buenos y de los malos.

9. MY STRANGE ADDICTION
Porque no se decide entre la seducción torpe, el juego de poder o la flojera de lidiar con ambos. Y ante la imposibilidad de resolver el conflicto, deja el asunto en manos del escucha, ahora devenido interlocutor. De todos modos, no importa lo que se decida: ella ya se fue a la siguiente canción.

10. BURY A FRIEND
Porque entiende a su manera el concepto de pop industrial. Porque el de dark cabaret tal vez ni siquiera lo conoce, pero lo propone con el entusiasmo inocente y casi puro de quien se enfrenta por vez primera a lo desconocido.

11. ILOMILO
Porque es una fantasmagoría de bits imperfectos, una creepypasta que se materializa a través de los audífonos, un reto viral de esos que se salen de control.

12. LISTEN BEFORE I GO
Porque tiene tiempo para fantasías suicidas, a la manera de los viejos romances noir. Porque en un descuido, hasta se alcanza a escuchar el eco del cine de los 1940s.

13. I LOVE YOU
Porque a mitad del desencanto, de la máscara, del capricho facilón, de los dramas posmodernos, del desmoronamiento, la deconstrucción y la reconstrucción hauntológica, siempre hay un espacio para el puto amor.

14. GOODBYE
Porque tiene conciencia de que su permanencia es limitada. Porque sabe que al abrir los ojos, la elaboración onírica se evapora. Y no lo lamenta: lo afronta. Ofrece lo que ofrece y se despide… ¿pero de verdad se va? Eso sólo lo sabremos en la siguiente pesadilla colectiva. Mientras tanto: bienvenida, Billie.


BILLIE EILISH:
When we all fall asleep, where do we go?
Interscope, 2019


domingo, 4 de noviembre de 2018

GARBAGE EN QUERÉTARO: 20 YEARS PARANOID




20 Years Paranoid Tour
Miércoles 31 de octubre de 2018
Auditorio Josefa Ortiz
Querétaro

A veces exagero. Pero no esta vez. De verdad: llevaba veinte años esperando este concierto. Cuando se publicó Version 2.0, allá en el 1998, este humilde apicultor contaba apenas catorce años de mísera existencia. A esa edad y viviendo en una ciudad de provincia, era prácticamente imposible que pudiera asistir a un concierto de Garbage. La banda ya me había cautivado sobremanera con su álbum homónimo, pero fue su segundo opus el que terminó de volarme la cabeza. Fue mi disco de adolescencia. Lo tuve en casete y posteriormente en CD. Me acabé la cinta en infinitas tardes de escucha a todo volumen, hasta que todos en la casa se hartaban. Entonces tomaba mis walkman y continuaba el ritual en la privacidad de los audífonos. Lo llevaba diariamente en mi camino a la escuela y de regreso. Tuve un romance apasionado con cada una de sus canciones y sí, también con muchas de sus caras B, que me empeñaba en buscar desenfrenadamente en una época en que el internet no ofrecía las bondades de una descarga a un clic de distancia y mucho menos de un servicio de streaming. Pasaron los años, pasaron más bandas y llegó el Beautifulgarbage. Pasó la fase apasionada, pero nunca el cariño. Luego vendrían, cada tantos años, nuevos discos de la Manson y compañía, y aunque todos ellos son, a la fecha, piezas consentidas entre la fonoteca de quien esto escribe, ninguno volvió a tener el impacto emocional que significó en su momento Version 2.0.

Luego, en 2015, la banda basura anuncia una gira de aniversario para celebrar el cumpleaños de su disco debut. No mamar. Ya habían pasado 20 años. Leo la nota y me cruza por la cabeza la ligera idea de que tres años después, en 2018, hagan lo mismo con mi disco consentido. La idea se esfuma y nada más sucede. Hasta que llega 2018. Y sí: se anuncia la gira. Y sí: pasará por México. Elijo fecha: el evento de Querétaro me queda perfecto.

31 de octubre. Halloween. Viajamos dos horas y llegamos temprano a la ciudad. Tenemos la intención de entrar a un maratón de películas de terror antes del concierto, pero se nos atraviesa uno de los bares más antiguos de la capital. No se puede simplemente ignorar un sitio que lleva 120 años en pie, así que decidimos detenernos a beber. La tarde se evapora como el mezcal. El show está anunciado para las nueve de la noche y llegamos puntuales. El teatro tiene capacidad para más de cinco mil personas, pero esa noche apenas se ocupa la mitad de las localidades. No importa: la gente está de fiesta (¡hey! ¡es Halloween!). Puedo notar que muchos estamos ahí por los mismos motivos. Más allá de lo que significa la carrera de la banda, la celebración de un álbum icónico parece ser el denominador común a los intereses de los presentes. A las nueve en punto una banda local inicia con su ingrata labor: abrir los ánimos. La gente sigue llegando, sigue comprando playeras, sigue surtiéndose de bebidas. La banda es ignorada por una aplastante mayoría que no es grosera pero tampoco parece especialmente interesada en escuchar. Hasta que a las nueve treinta, puntuales, se apagan las luces. El escenario es sobrio: cuatro barras verticales de luz neón flanquean los costados, y unas más en horizontal decoran el desnivel donde reposa la batería. La banda sale a escena sin aspavientos: serios, decididos. Contra todo pronóstico, no arrancan con un hit. "Afterglow" es la encargada de inaugurar el show, entre el aullido colectivo del público. Shirley Manson luce una playera blanca y unas medias de red. Lleva el rojo cabello recogido hacia arriba en un mechón espigado, y una franja de maquillaje negro atraviesa sus ojos de sien a sien. Y su voz es espectacular. Potente. Precisa. La interacción con el público aparece después de un par de canciones más, pero cuando ocurre, no podemos sino caer rendidos. La Manson es afable, cariñosa, casi tierna. Se muestra entusiasmada por la fecha (¡hey! ¡es Halloween!) y por el próximo Día de Muertos. Entre el público hay algunos disfraces. La cantante presenta formalmente el evento y lamenta no hablar más español fuera del "muchas gracias cuere-taro". Pero nadie quiere que hable español. Queremos más de su acento escocés. Los temas van cayendo uno a uno, en un orden caprichoso que desafía la pericia de los asistentes para ir identificando cada pieza. Los gritos, los saltos y los puños en el aire no dejan de aparecer cada que se elevan los riffs más populares, deliberadamente fieles a las versiones de estudio. "Temptation waits" arranca un coro ensordecedor que se continúa cuando aparece "Wicked ways". A mitad de la rola, aparece un snippet de "Personal Jesus" y la locura crece. Duke Erikson y Steve Marker se mueven discretos entre cambios de bajos, guitarras y teclados. No vino Butch Vig. La Manson ríe y corre por el escenario: es enérgica. Sabe que su presencia impone y que cada movimiento suyo puede generar exactamente la respuesta que desea de parte del público. Y desde el escenario nos dirige: se notan los años de experiencia. Se mueve desinhibida y jamás desatiende a ninguna de las secciones del auditorio. Brinca, se arrastra, seduce. Ora dirige palabras cariñosas, ora se levanta la playera y se agacha para mostrar el culo, ora juega con el teclado que manipula Marker. Es Shirley Manson, carajo.

El orden de los temas permite momentos de auténtico escalofrío sereno como en "The world is not enough" o "Medication". También es posible detectar la curiosidad del público ante la presencia de canciones menos conocidas de la época del Version 2.0 ("Get busy with the fizzy", o "13x forever", por citar sólo un par). La Manson disfruta presentando los temas raros, a sabiendas de que no todos los están esperando. Pero igual son recibidos con entusiasmo. Y cómo no, cuando nuestra anfitriona apuesta a que de todos modos nos van a gustar, porque los temas son freaks y porque nosotros somos freaks. Así nos llama: "freaks". Y aceptamos el mote. Hay momentos de desenfreno con "Hammering in my head" y también momentos particularmente emotivos, como cuando suena "Thirteen", el cover a Big Star, seguido de "Can't seem to make you mine", con unas guitarras reverberantes que se expanden en olas de ecos y feedback. Igualmente, hay auténticas explosiones de ímpetu con "I think I'm paranoid", "Dumb" o la seductora "Sleep together". Posteriormente, otro episodio es ampliamente celebrado cuando Shirley fija su postura ante las políticas gubernamentales de EUA, la discriminación y la intolerancia. Habla con firmeza. Celebra la diversidad racial, de género y sexual, y presenta la enorme "Soldier through this", que adquiere una carga especialmente subversiva. El show cierra con la potencia de "Lick the pavement", "Push it" y la celebradísima "When I grow up"; mas una apoteósica "You look so fine" (con snippet de "Dreams", de Fleetwood Mac), cuyo intenso outro de guitarra rítmica es ejecutado por la misma Shirley.

La banda se despide y el público pide encore. Cuando los músicos regresan a escena, todo el potencial estremecedor de "The trick is to keep breathing" se eleva a la N potencia al ser presentada por una empática Shirley Manson como una muestra de solidaridad a todos los presentes: "Si te sientes mal, recuerda que estoy cantando esto para ti", dice ella, y la solemnidad reina mientras la banda toca. Cuando parece que todo ha terminado, un nuevo comentario enciende los ánimos: "No quiero que la noche termine. No íbamos a tocar esto para ustedes, pero fuck it". Y la sorpresa es mayúscula: "Only happy when it rains" vuelve a llevar al límite las gargantas de los presentes. Y entonces sí, como punto final, un gesto más de afecto solidario, dirigido esta vez a la comunidad LGBTTTIQ (sí, la Manson pronunció TODAS las siglas) y arropado por un mensaje claro y directo: "siempre estaremos con ustedes, siempre los defenderemos, los amamos". La cereza del pastel (nunca mejor dicho) es "Cherry lips". Más puños en alto, más brincos y el estruendo de cientos de "go baby, go baby" son el colofón perfecto para una noche de pura celebración freak.

Dos horas de música en total. Mucho sudor. La garganta caliente e irritada. Y la satisfacción de haber cumplido con una deuda personal que tardó veinte años en ser saldada. Salimos de vuelta a la noche y nos disgregamos hacia rumbos diferentes: camino de regreso a mi hotel, aún con retumbos en el pecho. Unas cuantas gotas de lluvia empiezan a bajar y me sorprendo tarareando uno de mis coros favoritos de los 1990s: "Im only happy when it rains...". Sonrío y pienso: "¡Demonios! ¡Es mi mejor puto concierto en mucho, mucho tiempo!"

Setlist:

1. Afterglow
2. Deadwood
3. Temptation waits
4. Wicked ways
5. Special
6. The world is not enough
7. 13x forever
8. Get busy with the fizzy
9. Hammering in my head
10. Medication
11. Thirteen
12. Can't seem to make you mine
13. I think I'm paranoid
14. Sleep together
15. Dumb
16. Soldier through this
17. Lick the pavement
18. Push it
19. When I grow up
20. You look so fine

Encore:

21. The trick is to keep breathing
22. Only happy when it rains
23. Cherry lips (Go, baby, go!)


miércoles, 25 de julio de 2018

CATU KUÁ: "Que vengan los pájaros" (2018)




A Carolina Restuccia (voz, alma y cerebro principal de Catu Kuá) le funcionó la invocación: vinieron los pájaros y, la montaña, estatua de tierra, le dio la altura necesaria para grabar un álbum fenomenal. "Que vengan los pájaros" es una obra que parece bendecida por las fuerzas de la naturaleza en un afortunado juego de yin-yang. El disco está elaborado con aleteos de guitarras imaginativas, cuyas figuras se suceden con la indómita armonía de lo natural; sus cuerdas elevan gorjeos eléctricos y gozan de una libertad creativa que pocas veces se escucha en la música actual (herencia, probablemente, del rock en oposición, tan presente en la vida artística de Restuccia). Y claro, para darle un escenario oportuno a tan esplendoroso vuelo, están las montañas que circundan el espectáculo, que crean bases rítmicas altas, potentes, que acogen las melodías y tonifican su encanto primordial.

Y en medio, la conciencia de una voz que honra a los elementos convocados y los reconoce desde las primeras palabras del álbum: "ante la noche hay un respeto". Y es que no sólo la música: también las palabras, la voz, juegan un rol decisivo para entender "Que vengan los pájaros" como un disco que se inspira en la naturaleza, y que al mismo tiempo le prodiga una profunda admiración. Incluso se podría decir que el elemento natural es uno de los leitmotivs del álbum (escúchense, si no, las maravillosas "Mueca", "Voz madre", o "Ñuke nag mapu"), junto a tópicos como lo divino y lo humano ("El silbido", "Ojos que no ven"), siempre como parte de un Todo misterioso e inasequible al entendimiento racional. De ahí que las letras recurran frecuentemente a las preguntas retóricas o al uso de arquetipos para su desarrollo.

Pero ante todo (y tal vez esto sea lo más importante), "Que vengan los pájaros" es un álbum de rock alucinante. Pese a su complejidad musical y discursiva, es un disco que se puede escuchar bien alto, sin mayores pretensiones que disfrutar de su desplante emocional a lo largo de poco más de 34 minutos, por el puro gusto de vibrar con su energía de guitarras fuertes y melodías cantables. Si usted, amable lector, ya conocía el primer disco de Catu Kuá (el fantástico "Lomas", de 2013), entonces me atrevo a pronosticar que esta nueva entrega superará con creces sus expectativas. Y para los recién llegados, ojalá que esto sea un buen pretexto para descubrir a una de las voces femeninas más interesantes en el panorama del rock latinoamericano actual.

¡Que vengan, pues, los pájaros!

(Bandcamp oficial: https://catukua.bandcamp.com/)

lunes, 9 de julio de 2018

THIS IS THE NOISE THAT KEEPS ME AWAKE (Garbage + Jason Cohen, 2017)




Esta es basura de la buena. La historia de la banda que empezó como "tres productores y una muchacha", y su camino hasta confirmarse como uno de los actos más sólidos y respetables del rock contemporáneo. "This is the noise that keeps me awake" (linea tomada de la canción "Push it", perteneciente al álbum "Versión 2.0") es un sabroso relato cronológico que incluye revelaciones, aventuras, desventuras, éxitos, pleitos, diversión y harto, harto rocanrol. En otras palabras, es todo lo que se espera de una buena autobiografía. El relato ha sido escrito por el periodista Jason Cohen, y está aderezado con las intervenciones y comentarios de los propios integrantes de Garbage, quienes no escatiman en detalles a la hora de soltar la sopa desde la formación del proyecto, la grabación de cada uno de sus álbumes de estudio (De "Garbage", de 1995, a "Strange little birds", de 2016), las giras, los conflictos entre integrantes y con las disqueras, hasta la creación de su propio sello, el impacto de la banda en sus vidas personales, e incluso dos o tres indiscreciones que involucran nombrecillos bien conocidos en eso del rock business.

Por supuesto, hablar de Garbage es hablar de una agrupación a la que siempre le ha gustado cuidar los detalles, el aspecto visual y, sobre todo, mantener una actitud darkie pero cool, así que no podíamos esperar menos que una edición de puro agasajo visual: encuadernación en pasta dura, impresión a todo color en papel brillante, bordes coloreados en rosa, decenas de fotos inéditas y secciones divertidísimas intercaladas entre el relato, tales como anécdotas paralelas al periodo documentado o las alcohólicas y muy útiles "rock and roll cocktail recipes". También se incluyen documentos interesantes como cartas, notas a mano, setlists, flyers y boletos de conciertos. Y claro, para el fan obsesivo y el aficionado a los datos precisos, también se ofrecen listas de videografía, bandas alternas de los integrantes, total de singles lanzados, o el historial completo de conciertos, entre otras maravillas.

Pero probablemente lo que más destaca del libro es su estilo ameno: a pesar de que en la vida de la agrupación hay altibajos y momentos amargos, el texto jamás cae en cursilerías o en dramas innecesarios: hay segmentos que conmueven por su cruda honestidad, sí, pero en esencia esto es un relato de rocanrol y, como tal, es enérgico, visceral y vertiginoso. Es fácil de leerse y de disfrutarse, y aunque definitivamente es una publicación dirigida a fans, también puede ser valorada por cualquiera que disfrute con el viejo romance del rock a altos decibelios. Esto es basura de la buena: el ruido perfecto para mantenerse despierto.


THIS IS THE NOISE THAT KEEPS ME AWAKE.
Garbage + Jason Cohen.
Akashic Books. EEUU, 2017.
208 páginas.

viernes, 29 de junio de 2018

LETICIA SERVÍN: "La Fiera Borrasca" (2018)




Una de las mayores bondades del arte, es que permite crear puentes de comunicación que desafían las barreras del tiempo. A través de la expresión artística se posibilita el encuentro y se abre el diálogo entre almas inquietas, acostumbradas a hablar a través de sus creaciones. Es de esta manera que los versos de Sor Juana Inés de la Cruz encontraron una resonancia muy particular, a través de más de trescientos años de distancia, en el entendimiento ("sírvame alguna vez de descanso") de Leticia Servín, cuya atenta sensibilidad ha sido capaz de aprovechar el mensaje y proceder con la sabiduría necesaria para iniciar la conversación. Porque eso es lo que hace Servín en este disco: más que un mero ejercicio de transcreación o poesía musicalizada, "La Fiera Borrasca" es una conmovedora (y siempre respetuosa) charla entre la más grande poetisa en la historia de nuestro país y el espíritu cariñoso de la cantautora. Y por supuesto, dicha conversación es, como la nebulosa que adorna la portada del álbum, una mística coreografía de posibilidades infinitas. Podríamos entender a "La Fiera Borrasca" como un intercambio de ofrendas: Sor Juana, con sus versos celestiales de carácter divino, y Servín, con su dádiva de tierra fértil, audible. El fruto resultante es de una belleza extraña, como una flor en el espacio.

Probablemente el término "folclore sicodélico" sirva como aproximación para describir los sonidos que Servín desarrolla en los casi 45 minutos del disco. Con una dotación instrumental sumamente familiar a la canción latinoamericana, el estilo compositivo se mueve entre la tradición del corrido, el son o la música de banda oaxaqueña, pero con arreglos de inspiración progresiva que remiten a las corrientes experimentales de los 1970s; y aunque domina lo acústico, llama la atención la forma en que las canciones saben aproximarse al rock (que no es para nada ajeno a Leticia Servín), el blues o el cabaret. El álbum es tan fértil en sus detalles que bien vale la pena un par de escuchas con audífonos, para percibir mejor el repertorio de percusiones y cuerdas; además, aquellos que estén familiarizados con el trabajo de Servín, podrán notar cómo la cantante expande su técnica vocal hacia territorios diferentes: los ornamentos, coros y arreglos empleados aquí, visten a las canciones con texturas más sofisticadas.

Con "La Fiera Borrasca", Leticia Servín ha dado un paso gigantesco en su carrera: tras varios álbumes donde ya se había mostrado como una letrista hábil y cuidadosa con las palabras, esta vez nos ha regalado un real homenaje a la poesía misma. No estoy seguro de que debamos interpretar este trabajo como un gesto de gratitud a la influencia de Sor Juana, pero en todo caso, la cortesía ha sido manifestada por ambas mujeres en un encuentro democrático que respeta el lugar de cada una, pues ni el soberbio resplandor de la Décima Musa ha abarrocado innecesariamente las melodías de Servín, ni el acercamiento afable de esta última ha sido invasivo con los versos originales. Lo que se escucha es lo que es: una flor nueva y amorosa que brota en el espacio exterior.

Uno de los mejores discos homenaje realizados en mucho tiempo en nuestro país. Imperdible.


domingo, 27 de mayo de 2018

FUERZA DE PUERCO PRESENTA: FUMATA Y TERROR CÓSMICO




FUMATA / TERROR CÓSMICO / EL ESCUADRÓN DE LA MUERTE / MORSAN
Sábado 26 de mayo de 2018.
Búnker, Sala de conciertos.
San Luis Potosí, S.L.P.

En el subterráneo no hay telones que se abran. El foro simplemente está ahí: decadente, deforme, como los congregados. Como las cuatro escenas que el Diablo dispuso para esa noche.

Escena # 1: Morsan.
El Diablo se aparece en el garage. Toma una guitarra prestada y le sube todo al ampli. Le gustan los riffs en seco. Le gustan tanto que los repite obsesivo, cada uno con más rabia que el anterior. El Diablo no toca; golpea, más bien. Rasguña, rasca como en ataque de roña, testarudo hasta escocer. La comezón se vuelve ardor y la piel viva sangra enloquecida.

Escena # 2: El Escuadrón de la Muerte.
El Diablo se masturba y eyacula baba negra, viscosa, hirviente. Las venas de su miembro vibran antes del chorro, y su eco remueve las entrañas de la Tierra. Pulsos de baja frecuencia retumban y ensordecen. El Diablo gruñe y escupe su orgasmo sobre la humanidad: preña a la masa con veneno caliente que entume la voluntad y arranca convulsiones. La agonía suena alto; el final llega despacio.

Escena # 3: Terror Cósmico.
El Diablo se erige, cínico, sobre el universo. Ríe con arrogancia y emite un alarido negro: su voz se expande en repeticiones de tiniebla que se vuelven remolinos gigantescos. Su aliento amorfo traga planetas enteros y hace de la destrucción un bucle infinito: reina el caos, majestuoso, y los horrores de lo desconocido forman armonías ininteligibles que se pierden en lo eterno, en la inmensidad.

Escena # 4: Fumata.
El Diablo se coge a la Muerte. Tras la cópula, fuman mota y cubren a la humanidad con el manto humeante de la miseria y la desesperanza. La nube mata todo lo que toca: lo quema, lo consume, lo reseca. Los cadáveres se apilan y, al descomponerse, sus humores flotan en perfecta armonía con la Muerte, que observa la escena, conmovida, desde su frialdad post-orgásmica. El Diablo y la Muerte apagan las luces. Entonces, la nada...


VISIONES [REALES O NO] DE LA HECATOMBE:

Álbum 1 - Fotografías cortesía del blog Cámaras Celulares.

Álbum 2 - Fotografías cortesía del blog Cámaras Celulares.


INVOCACIONES SONORAS:

Fumata:

Terror Cósmico:

El Escuadrón de la Muerte:

Morsan:


jueves, 24 de mayo de 2018

MEMORIAL DEVICE (David Keenan, 2018)






“Hay que entender que cuando hablamos de una escena local,estamos hablando
de una escena internacional en microcosmos”.

—Paprika Jones


En 1967, Arthur Koestler propuso el término “holón” para referirse a algo que es parte y todo a la vez: un sistema completo en sí mismo que simultáneamente es parte de un sistema mayor. Este concepto puede definir perfectamente lo que leemos en “Memorial Device”, una novela de ficción construida a partir de los supuestos testimonios de los protagonistas de la escena postpunk (1978-1986) en una pequeña comunidad escocesa. El autor, David Keenan, emplea diferentes voces y recursos narrativos para lograr dar forma a toda una mitología, que bien podría representar a cualquier otra escena musical underground en cualquier otra parte del mundo. En “Memorial Device” se relata la historia central de la mejor banda en la historia de Airdrie, pero también es la historia de otras bandas (pasadas, presentes y futuras), de otras camadas de seres anónimos (excéntricos, raros, outsiders) que pululan por las sombras y los laberintos subterráneos de tantas localidades perdidas alrededor del globo. Por eso es tan fácil entrar en el universo de estas casi trescientas páginas, por eso su lectura es ágil y jadeante (¡hey, esto es punk!), y por eso uno termina irremediablemente encariñado con los personajes: porque si el lector está familiarizado con la escena musical under de su propia comunidad, lo más probable es que esta runfla de freaks le parezcan viejos conocidos. Quizás, incluso, más de uno se verá reflejado en cualquiera de los espejos sucios (aunque paradójicamente brillantes en su pureza) que los vecinos de Airdrie (y alrededores) sostienen, cínicos, listos para confrontar a quien se atreva a mirarlos.

Pero que no se piense que “Memorial Device” es solamente una colección de perfiles extravagantes. En realidad, el ejercicio que hace Keenan es una cuidadosa radiografía del espíritu libre, apasionado y loco que, aún hoy, hace posible que el rocanrol se mantenga con vida. Aquí hay crítica filosa y dolorosa; reflexiones que zumban recio, como riffs distorsionados. La dinámica interactiva que hay entre los personajes se antoja verosímil y honesta como el latido vital de un bajo retumbante, y el lenguaje empleado golpea como una metralla de sintetizadores industriales. En Airdrie la vida se va rápido y hay que extraerle toda la sangre posible, pues será necesaria para pintar cuadros rojos, intensos, lascivos, en caso de que el entorno no ofrezca experiencias lo suficientemente excitantes.

Con una prosa que evoca al Irvine Welsh más contenido, y que se antoja heredera indirecta de los beat, David Keenan ha trazado un pequeño gran mapa que sirve a múltiples territorios. Y aunque es cierto que el paseo está cargado de penumbra, angustia y sinsentido a 33 RPM, el lector puede tener la certeza de que los anfitriones saben cómo apropiarse de su evidente marginalidad (son expertos en ello), reclamarla, exhibirla con orgullo y ofrecernos decenas de románticas razones para sentirnos orgullosos junto con ellos. ¿La banda sonora? ¡Diablos! ¡Esa está garantizada!


MEMORIAL DEVICE.
David Keenan.
Traducción de Juan Sebastián Cárdenas.
Sexto Piso. México, 2018.



ZOANTHROPIC PARANOIA: "Sesiones Mnémicas" (2020)

Vivimos tiempos extraños: el rocanrol, incluso en sus vertientes más extremas, ha sido reducido a fórmulas que se pueden procesar, en...