sábado, 7 de diciembre de 2019

ALEJANDRA LARA: "Burnaut" (2019)




"Si el mundo no tiene sentido, ¿por qué mi disco tiene qué tener sentido?", se pregunta Alejandra Lara entre risas tímidas, al platicar sobre "Burnaut". Y sin embargo, uno de los puntos más fuertes del álbum es, justamente, su capacidad de crear un concepto narrativo y sonoro que puede ser todo, excepto un sinsentido.

La autora ofrece, en este primer larga duración, una exploración muy personal acerca de las crisis emocionales, el dolor y la capacidad humana de sanar a través de la confrontación, aunque el camino implique dudas, miedo, inseguridades. "Yo encierro mis monstruos en canciones", confiesa Lara, y eso se nota cuando uno escucha este trabajo. Es verdad que la incertidumbre adolescente es uno de los tópicos más frecuentemente abordados en la historia del rock, pero la aproximación que consigue "Burnaut" demuestra que el tema está vigente, y que merece la pena volverlo a colocar sobre la mesa cuando se tiene el ingenio (y la insolencia, todo sea dicho) para abordarlo con la seriedad de quien verdaderamente desea aprender, proponer y, sobre todo, crear. En este caso, el ejercicio parte de una introspección personal, pero termina siendo una mirada que admite que cualquiera cruce sus propios ojos con ella, para ver lo que cada quién tenga qué ver. El tema de la catarsis a través de la exploración artística tampoco es nuevo, pero a Alejandra Lara eso la tiene sin cuidado. Ella reconoce que el disco surge como una necesidad individual: "Conmigo ya cumplió su objetivo", señala con la satisfacción de quien habla con transparencia. Y lo que pase con el resto de los escuchas, es punto y aparte.

¿Y qué, entonces, puede encontrar aquí el escucha de ocasión? Afortunadamente, mucho. A pesar de su juventud, Lara no es una improvisada: su trayectoria incluye un historial como bajista de la banda Peach Creeks, además de varias grabaciones caseras de demos, maquetas y composiciones con distintas finalidades. En el caso de este álbum, ella funge no sólo como compositora e intérprete, sino como autora y responsable única de todo el proceso: desde la gestación (algunas canciones, como "Colisión", nacieron desde años atrás), hasta la mezcla final. La intuición creativa de la intérprete la ha llevado a procesar a su manera los sonidos de su entorno, para lograr una mescolanza que sirve como escenario perfecto para las reflexiones que plantea en su discurso. "Es como un vómito de todas las cosas que escucho", bromea Lara antes de disculparse por ser "tan escatológica". Pero el sonido final no tiene nada de vomitivo. A pesar de que la autora menciona a actos tan lejanos entre sí como Paramore y Panda vs. Warpaint o Burial, lo cierto es que "Burnaut" puede presumir de una personalidad lo suficientemente sólida que permite reconocerlo por lo que es. Claro que las referencias están ahí: a veces a la manera indie, a veces con la rabia del postpunk o a veces con el desencanto de algo que parecería un post-post-post-grunge (y hasta elementos de trap, como en "Podrido"), aunque siempre rodeados por un vapor que no alcanza a ser sofocante, pero sí logra que la atmósfera del álbum se torne nebulosa, inasible: uno sabe que los beats (o la voz, o la melodía) están ahí, pero su naturaleza es tan volátil que parece que se esfuman apenas terminan de sonar uno detrás del otro. Al final, "Burnaut" suena tan real, que el oyente se tiene qué preguntar si no es más bien un espejismo. De todos modos, el primer track del álbum, "Disclaimer", ya nos advierte desde el principio: "nos vamos a morir sin saber".

En plena era del single, es un alivio constatar que aún hay gente joven que apuesta por las narrativas elaboradas que no se digieren en dos minutos. Y Alejandra Lara es un buen ejemplo de esta resistencia. Ella se declara fan de los álbumes-concepto, por eso no es de sorprender que "Burnaut" esté planeado para ser parte de una trilogía que ya tiene esbozada su forma y su objetivo, y cuyo segundo capítulo ya se encuentra en proceso de composición. Cuando Lara relata dichos planes, en su voz resuena un hilo de entusiasmo que contrasta con el tono desesperanzado de "Burnaut", y que de acuerdo con ella misma, es reflejo de su situación actual. Es la voz de una creadora que ha sabido dar libertad a sus emociones, la voz de alguien que está dispuesta a la madurez, al aprendizaje y a la evolución. Y si estas cualidades se ven reflejadas en futuras grabaciones, entonces podemos tener la certeza de que la calidad artística estará asegurada. Que así sea.

Y mientras eso ocurre, escuchemos...




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