20 Years Paranoid Tour
Miércoles 31 de octubre de 2018
Auditorio Josefa Ortiz
Querétaro
A veces exagero. Pero no esta vez. De verdad: llevaba veinte años esperando este concierto. Cuando se publicó Version 2.0, allá en el 1998, este humilde apicultor contaba apenas catorce años de mísera existencia. A esa edad y viviendo en una ciudad de provincia, era prácticamente imposible que pudiera asistir a un concierto de Garbage. La banda ya me había cautivado sobremanera con su álbum homónimo, pero fue su segundo opus el que terminó de volarme la cabeza. Fue mi disco de adolescencia. Lo tuve en casete y posteriormente en CD. Me acabé la cinta en infinitas tardes de escucha a todo volumen, hasta que todos en la casa se hartaban. Entonces tomaba mis walkman y continuaba el ritual en la privacidad de los audífonos. Lo llevaba diariamente en mi camino a la escuela y de regreso. Tuve un romance apasionado con cada una de sus canciones y sí, también con muchas de sus caras B, que me empeñaba en buscar desenfrenadamente en una época en que el internet no ofrecía las bondades de una descarga a un clic de distancia y mucho menos de un servicio de streaming. Pasaron los años, pasaron más bandas y llegó el Beautifulgarbage. Pasó la fase apasionada, pero nunca el cariño. Luego vendrían, cada tantos años, nuevos discos de la Manson y compañía, y aunque todos ellos son, a la fecha, piezas consentidas entre la fonoteca de quien esto escribe, ninguno volvió a tener el impacto emocional que significó en su momento Version 2.0.
Luego, en 2015, la banda basura anuncia una gira de aniversario para celebrar el cumpleaños de su disco debut. No mamar. Ya habían pasado 20 años. Leo la nota y me cruza por la cabeza la ligera idea de que tres años después, en 2018, hagan lo mismo con mi disco consentido. La idea se esfuma y nada más sucede. Hasta que llega 2018. Y sí: se anuncia la gira. Y sí: pasará por México. Elijo fecha: el evento de Querétaro me queda perfecto.
31 de octubre. Halloween. Viajamos dos horas y llegamos temprano a la ciudad. Tenemos la intención de entrar a un maratón de películas de terror antes del concierto, pero se nos atraviesa uno de los bares más antiguos de la capital. No se puede simplemente ignorar un sitio que lleva 120 años en pie, así que decidimos detenernos a beber. La tarde se evapora como el mezcal. El show está anunciado para las nueve de la noche y llegamos puntuales. El teatro tiene capacidad para más de cinco mil personas, pero esa noche apenas se ocupa la mitad de las localidades. No importa: la gente está de fiesta (¡hey! ¡es Halloween!). Puedo notar que muchos estamos ahí por los mismos motivos. Más allá de lo que significa la carrera de la banda, la celebración de un álbum icónico parece ser el denominador común a los intereses de los presentes. A las nueve en punto una banda local inicia con su ingrata labor: abrir los ánimos. La gente sigue llegando, sigue comprando playeras, sigue surtiéndose de bebidas. La banda es ignorada por una aplastante mayoría que no es grosera pero tampoco parece especialmente interesada en escuchar. Hasta que a las nueve treinta, puntuales, se apagan las luces. El escenario es sobrio: cuatro barras verticales de luz neón flanquean los costados, y unas más en horizontal decoran el desnivel donde reposa la batería. La banda sale a escena sin aspavientos: serios, decididos. Contra todo pronóstico, no arrancan con un hit. "Afterglow" es la encargada de inaugurar el show, entre el aullido colectivo del público. Shirley Manson luce una playera blanca y unas medias de red. Lleva el rojo cabello recogido hacia arriba en un mechón espigado, y una franja de maquillaje negro atraviesa sus ojos de sien a sien. Y su voz es espectacular. Potente. Precisa. La interacción con el público aparece después de un par de canciones más, pero cuando ocurre, no podemos sino caer rendidos. La Manson es afable, cariñosa, casi tierna. Se muestra entusiasmada por la fecha (¡hey! ¡es Halloween!) y por el próximo Día de Muertos. Entre el público hay algunos disfraces. La cantante presenta formalmente el evento y lamenta no hablar más español fuera del "muchas gracias cuere-taro". Pero nadie quiere que hable español. Queremos más de su acento escocés. Los temas van cayendo uno a uno, en un orden caprichoso que desafía la pericia de los asistentes para ir identificando cada pieza. Los gritos, los saltos y los puños en el aire no dejan de aparecer cada que se elevan los riffs más populares, deliberadamente fieles a las versiones de estudio. "Temptation waits" arranca un coro ensordecedor que se continúa cuando aparece "Wicked ways". A mitad de la rola, aparece un snippet de "Personal Jesus" y la locura crece. Duke Erikson y Steve Marker se mueven discretos entre cambios de bajos, guitarras y teclados. No vino Butch Vig. La Manson ríe y corre por el escenario: es enérgica. Sabe que su presencia impone y que cada movimiento suyo puede generar exactamente la respuesta que desea de parte del público. Y desde el escenario nos dirige: se notan los años de experiencia. Se mueve desinhibida y jamás desatiende a ninguna de las secciones del auditorio. Brinca, se arrastra, seduce. Ora dirige palabras cariñosas, ora se levanta la playera y se agacha para mostrar el culo, ora juega con el teclado que manipula Marker. Es Shirley Manson, carajo.
El orden de los temas permite momentos de auténtico escalofrío sereno como en "The world is not enough" o "Medication". También es posible detectar la curiosidad del público ante la presencia de canciones menos conocidas de la época del Version 2.0 ("Get busy with the fizzy", o "13x forever", por citar sólo un par). La Manson disfruta presentando los temas raros, a sabiendas de que no todos los están esperando. Pero igual son recibidos con entusiasmo. Y cómo no, cuando nuestra anfitriona apuesta a que de todos modos nos van a gustar, porque los temas son freaks y porque nosotros somos freaks. Así nos llama: "freaks". Y aceptamos el mote. Hay momentos de desenfreno con "Hammering in my head" y también momentos particularmente emotivos, como cuando suena "Thirteen", el cover a Big Star, seguido de "Can't seem to make you mine", con unas guitarras reverberantes que se expanden en olas de ecos y feedback. Igualmente, hay auténticas explosiones de ímpetu con "I think I'm paranoid", "Dumb" o la seductora "Sleep together". Posteriormente, otro episodio es ampliamente celebrado cuando Shirley fija su postura ante las políticas gubernamentales de EUA, la discriminación y la intolerancia. Habla con firmeza. Celebra la diversidad racial, de género y sexual, y presenta la enorme "Soldier through this", que adquiere una carga especialmente subversiva. El show cierra con la potencia de "Lick the pavement", "Push it" y la celebradísima "When I grow up"; mas una apoteósica "You look so fine" (con snippet de "Dreams", de Fleetwood Mac), cuyo intenso outro de guitarra rítmica es ejecutado por la misma Shirley.
La banda se despide y el público pide encore. Cuando los músicos regresan a escena, todo el potencial estremecedor de "The trick is to keep breathing" se eleva a la N potencia al ser presentada por una empática Shirley Manson como una muestra de solidaridad a todos los presentes: "Si te sientes mal, recuerda que estoy cantando esto para ti", dice ella, y la solemnidad reina mientras la banda toca. Cuando parece que todo ha terminado, un nuevo comentario enciende los ánimos: "No quiero que la noche termine. No íbamos a tocar esto para ustedes, pero fuck it". Y la sorpresa es mayúscula: "Only happy when it rains" vuelve a llevar al límite las gargantas de los presentes. Y entonces sí, como punto final, un gesto más de afecto solidario, dirigido esta vez a la comunidad LGBTTTIQ (sí, la Manson pronunció TODAS las siglas) y arropado por un mensaje claro y directo: "siempre estaremos con ustedes, siempre los defenderemos, los amamos". La cereza del pastel (nunca mejor dicho) es "Cherry lips". Más puños en alto, más brincos y el estruendo de cientos de "go baby, go baby" son el colofón perfecto para una noche de pura celebración freak.
Dos horas de música en total. Mucho sudor. La garganta caliente e irritada. Y la satisfacción de haber cumplido con una deuda personal que tardó veinte años en ser saldada. Salimos de vuelta a la noche y nos disgregamos hacia rumbos diferentes: camino de regreso a mi hotel, aún con retumbos en el pecho. Unas cuantas gotas de lluvia empiezan a bajar y me sorprendo tarareando uno de mis coros favoritos de los 1990s: "Im only happy when it rains...". Sonrío y pienso: "¡Demonios! ¡Es mi mejor puto concierto en mucho, mucho tiempo!"
Setlist:
1. Afterglow
2. Deadwood
3. Temptation waits
4. Wicked ways
5. Special
6. The world is not enough
7. 13x forever
8. Get busy with the fizzy
9. Hammering in my head
10. Medication
11. Thirteen
12. Can't seem to make you mine
13. I think I'm paranoid
14. Sleep together
15. Dumb
16. Soldier through this
17. Lick the pavement
18. Push it
19. When I grow up
20. You look so fine
Encore:
21. The trick is to keep breathing
22. Only happy when it rains
23. Cherry lips (Go, baby, go!)